EVOCACIÓN:
Después de tanto esfuerzo
inútil por amarnos
él me dijo, a ciegas,
sin poder o sin querer
mirarme, en la soledad
de la noche:
"Te quiero...,¿no me oyes?,
he dicho que te quiero".
Mi voz nacía lenta,
lejana, fría....el corazón
se me helaba. Y dije
solamente:
"no es preciso,
no hace falta que mientas".
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