Este poema también lo escribí una tarde de primavera, al final de mi adolescencia, en plena época de exámenes. En vez de empollar, me evadía con los escritos, propios y ajenos.
Sabe dulce el aire, y huele.
Es blanca la tarde
como la paloma blanca,
como el asfalto liso,
inmaculado y monótono
de mi alma,
con un color de agonía,
de ir muriendo
pena a pena,
diminuta, solamente
sola cada día,
cuando aún
nacen en la piel
lirios adolescentes todavía
y en los ojos campanillas.
Mavi.
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