martes, 2 de marzo de 2010

Family life o "a vivir que son cuatro días...y la mitad amanecen nublados".

CRÓNICAS DEL 47

CAPÍTULO II: FAMILY LIFE. O “A VIVIR QUE SON 4 DÍAS….Y LA MITAD AMANECEN NUBLADOS

¡¡Hogar, dulce hogar!!: Luego dicen que la institución familiar está en crisis. . No me extraña. Yo, de mayor, no creo que quiera formar una familia, porque entre la mía propia y la de mi vecino del centro….¡vaya shou!. Todos los días, ¿eh?, no falla.
No es que yo viva pendiente de ellos, ¡menudo peñazo son!. Lo que pasa es que estas paredes son de pladur, de papel…o de mocos…..Se oye todo; pero todo de todo. Y luego, además, mantienen largos coloquios por el portero automático. Cada vez que llama la hija mediana, que tira a redondita, si le abre el padre, el tío grita”¡Ahí va esa magra!”, que se le oye en toda la calle. Al principio a la chica le daba palo, pero ahora, que ya se ha hecho, pues nada, le contesta: “¡Anda y abre, so gilí !”. Y si el que coge el telefonillo es el chico mayor, se le escucha decir con voz como de ultratumba: “Aquí la funeraria, ¿trae fiambre?”. ¡Vaya sentido del humor más macabro, el gachó!.
Claro que ya no lo dice; después de lo que nos pasó. Al principio se me ocurrió que fuera castigo de Dios; después pensé que no, que no podía ser, porque no sería nada justo que, para castigar al tontaina de Kike, Dios lo pagara con la pobre Rufi, que la verdad es que resultaba un poco rancia y no era muy cariñosa, pero sí buena gente. Además ¡tener ese final tan patético!
A Rufi, a pesar de su edad, porque pasaba de los cuarenta seguro, le había salido un ligue, de los “de ley”, como dice mi tía Chelo, un intelectual y un artista. Estaban hechos el uno para el otro: ella con su violín (y eso que se estaba quedando sorda), y él con sus esculturas y sus libros….y con sus gafitas de culo de vaso y su bigotito de fila de hormigas. Formaban una pareja curiosa, tan calladitos y tan chiquititos los dos. Mi padre decía a veces, con esa guasa chunga que se gasta, que “si te encuentras en el bar a estos dos tomando cañas con Julia y con tu madre, ¡ah!, y con la otra, ¿cómo se llama?, Victoria…pues te crees que han desmontado el futbolín”.
La verdad es que a él sólo lo ví un par de veces; una subiendo con ella al piso, y la otra….el día del accidente. Las vecinas cuentan que los dos habían tenido una cena romántica en casa de Rufi, y que, cuando él ya se iba, pues ¡claro!, ella salió a despedirle y le acompañó hasta el borde mismo de la escalera. Y en la despedida, así, tonteando, que si achuchón va que si achuchón viene, de pronto Rufi echa un suspiro muy fuerte, según contaba su novio, se le desvían los ojos, da un traspiés….y baja rodando hasta el descansillo siguiente.
¡Ay, aquel hombre!. ¡Qué desesperación!. Lo primero que hizo – ¿cómo no? - fue tocar a la puerta de la señora Julia. La señora Julia que sale y se encuentra semejante escena espantosa, echa a correr hasta el portal y llama por el portero automático a mi casa. Yo, cuando lo cogí, no entendía ni miaja de lo que decía, así que avisé a mi madre: “Que dice la señora Julia algo de no sé quién que se ha caído, y no sé cuánto de la escalera, o algo así…”. Y mi madre : “¡Ay, Dios mío!. ¡Que se la ha pegado alguno!”-. Y allí la vieras en alpargatas, con el delantal de cocina y los chuchos en el pelo, con las manos todas pringosas de los boquerones, despepitarse escaleras abajo… Allí estuvo intentando reanimar a la pobre Rufi hasta que llegaron los del 112. Los habían llamado un montón de gente y un montón de veces: el novio desde el móvil, mi hermana Tere desde mi casa (que se lo voceaba mi madre desde abajo), y la señora Julia, que salió a la puerta de la calle tan atacada que una chavala que pasaba, al verla en tal estado, se le acercó a ver qué le pasaba; la señora Julia se lo contó como pudo, y la chica llamó varias veces también. Total, que los médicos llegaron y echaron del descansillo a todo el mundo que estaba allí; y se pusieron a tratar de recuperarla. Todos mirábamos, entre compasivos y recelosos, al novio de Rufi; al pobre no le llegaba la camisa al cuerpo pensando en el marrón que le había caído. Porque, ¡lo normal!, resultaba el primer sospechoso, supersospechoso.
No hubo nada que hacer, según los del 112. No tenía golpes fuertes ni nada así, exagerado, pero la cuestión era que la pobre Rufi había pasado a mejor vida. ¡No veas qué shok!. La señora Julia se quedó como el papel (y eso que ella ya lo venía diciendo: “esta mujer se ha muerto; está muerta, os lo digo yo”), le temblaban las canillas y tuvo que sentarse en un escalón; Loli, la chica del señor Joaquín, recayó en el vicio del tabaco en aquel preciso instante, y a la señora Carmen se le secó de golpe la boca y perdió el don de la palabra, ¡con lo que raja la tía, que no se calla ni debajo del agua!. Mi madre que, según las vecinas “tiene mucha entereza”, aunque mi padre dice que es que es como un marine de la U.S.Navy, se subió a mi casa, se metió en la cocina y se lió a preparar tilas y más tilas…y venga a bajar tilas para los que iban llegando. Y a sacar sillas al descansillo para que se sentaran, entre otros, los policías nacionales que tenían que custodiar el cuerpo hasta que vinieran el médico forense y el juez. Además un policía “secreta”, o de paisano, estuvo interrogando a los “implicados”, o sea, al novio de la pobre Rufi, que, ya digo, era el sospechoso número uno, y a la señora Julia y a mi madre. A todo esto eran ya las dos y las tres de la madrugada; y todos allí, en la escalera: la difunta, el consorte, (que estaba hundido y maldiciendo para sus adentros a ese puñetero niño gordo que anda siempre revoloteando en cueros y disparando a la gente de bien, a Cupido, quiero decir), los testigos en particular, los vecinos en general, y demás afectos. Las autoridades fueron muy amables y educadas, tanto los médicos y los enfermeros como el señor juez nos dieron su más sentido pésame.
Y, tras el levantamiento de la pobre Rufi, poco a poco se fueron yendo cada mochuelo a su olivo “para no poder dormir” decían todos. No sé los demás, pero mi madre dijo:
- No me voy a la cama porque no voy a poder pegar un ojo; así que me voy a quedar aquí en el salón viendo la tele, Vosotros iros a dormir.
Se sentó frente al aparato y, no creo que hubieran pasado ni veinte minutos, estaba ya en el “séptimo sueño” en brazos del señor Morfeo (que no es ningún lío que tenga mi madre ni que mi padre tenga cuernos; es que en el instituto estamos haciendo en Sociales una “caza del tesoro” sobre mitología ).
El hermano de la pobre Rufi, al que tardaron mucho en localizar porque “viaja más que el baúl de la Piquer”, como dice la señora Carmen, (la Piquer esa creo que era una folclórica de las de peineta) avisó a los vecinos para el funeral, les dio a todos las gracias y les comunicó el resultado de la autopsia: al parecer la pobre Rufi no había fallecido por caerse por las escaleras, sino que se cayó por las escaleras porque había fallecido, que, aunque parezca la misma cosa, es lo uno justamente lo contrario de lo otro. Le había dado un infarto fulminante.
Decían luego las vecinas que había sido de la emoción del amor, que la había pillado poco entrenada; y que qué máquina el escultor, “canijo y miope, pero mira, fíjate tú, ….ya ves”.
- Es que ahí había lío, te lo digo yo – murmuraba Loli, que navega mucho por la prensa rosa.
- Pues no te creas tú que es mala muerte esa, en cierto modo. Por lo menos, se fue feliz – decía la abuela de Toñín – Y joven para siempre; esa no va a padecer achaques como los míos.

Así que el super-sospechoso pasó a ser “el pobre chico” super-encantador que le había proporcionado a la "finada" Rufi un dulce tránsito super-romántico.
No lo hemos vuelto a ver.

Pues eso, lo que iba diciendo: que no se puede aguantar a estos del centro. Todo el santo día de bronca. Y encima dicen ellos que se lo pasan bien. Son como los de los chistes de Lepe, o de vascos.
El otro día se lo decía la madre a la señora Julia en el portal, que lo escuché yo mientras disimulaba haciendo que miraba si había correo en el buzón:
- Me voy a tener que comprar un diccionario “conyugal” para traducir lo que me habla mi marido, porque cada vez me cuesta más entenderle. De verdad, es que cada día nos comunicamos peor. ¡Es que no hay comunicación, Julia!
- Con los hombres, hija – la consuela la señora Julia – ya sabes tú...

Ya tiene inri que no se comuniquen, porque se hablan a gritos, será que están sordos, si no...., no me lo explico. La cuestión es que ¡se hacen unos líos...!. Hoy, sin ir más lejos, esta misma tarde. Primero el padre y la madre tenían follón, porque ella le pregunta:
- ¿Qué quieres hacer luego?.¿Vas a querer salir a algún lado o hacer algo de particular?
- No sé....¿qué queréis hacer los demás?
- No sé, ¿qué te apetece?. Decía la niña que habías dicho no sé qué de ir al cine.
- Sí, digo yo, por hacer algo. O, si preferís, nos damos una vuelta y tomamos algo por ahí.
- Pues como queráis. Les voy a preguntar a éstos. Claro que Luchi ya ha quedado y a Luis le duele la cabeza; y a ver cómo anda Clara, a ver si le apetece algo o qué planes tienen, si quieren salir o qué.
- No, pero que no sea por mí, ¿eh?, que si no tenéis ganas....pues ¡nada!, nos quedamos aquí encerrados, como siempre; pero luego no os quejéis de que no vamos a ningún lado.
- Oye, no, ¿eh?. No empecemos a darle vueltas al asunto. A mí igual me da. Pero me ha dicho hace un rato Julia, que me la he encontrado en la panadería, que si hacíamos esta noche una cena de mujerío y marujeo, y le he contestado que dependía del plan que tuviéramos aquí. Así que tengo que saberlo para darle una respuesta.
- Pues, ¡hala!, cada uno por su lado.¡Vaya casa!. ¡Esto ni es una familia ni es nada!
En ese momento se oye la voz de la hija mayor:
- Me bajo al locutorio de la vuelta, que tengo que imprimir unos listados y unos planos que he sacado de internet. Los he metido en el usb y me bajo a imprimir, que los necesito para el lunes.
- Desde luego, son ganas de tirar el dinero. Parece que os sobra – truena la voz paterna – Te he dicho un puñado de veces desde ayer por la noche que, en cuanto tenga un momento, te los imprimo yo en mi impresora, aquí, en casa. Y tú, dale Perico al torno, con que te vas a imprimir a la esquina...
- Ya, papá, ya; vale....Me lo habrás dicho un puñado de veces. Pero se me pasa el tiempo y nunca encuentras el emomento y me lo imprimes.
- Porque ya no tengo más manos, ¿no lo ves?, ¿es que me ves quieto ni por casualidad. ¿Me ves quieto?, ¿eh?. ¿No ves que no paro?. ¿Crees que tengo ochenta manos?. Pues no, sólo tengo estas dos, ¿lo ves?, ¿lo ves?. Mira, mira, mira...dos, dos manos sólo, mira..., sólo dos manitas...¿lo ves, lo ves?. ....
Lo estaba viendo hasta yo, pared por medio, de tanto oírselo repetir.
- ¡Por Dios y por su santa madre!. ¡Deja ya de mover los brazos como molinillos!. ¡Qué mareo!- oigo a la madre- Y tú, niña, baja esa música berreona, que entre ese ruido y las voces...., me estoy volviendo loca.
- Ahora va a tener la culpa la música- dice la niña mayor
- Es que aquí somos todos de Orejilla del Sordete- se oye a la Luchi, que es una cachonda mental.
- Estoy ya hasta los perendengues de estar a todas, y siempre yo, y solamente yo....¡Que ya está bien, hombre!. ¡Ya está bien! - se lamenta el padre – Que aquí nadie arrima el hombro. Y todo se me pide a mí, ¡me tocan todas!-
- Lo de imprimir es por tus santas narices. Porque si no nos hubieras “vetado” el uso de tu ordenador (que en realidad es “nuestro”, porque son bienes gananciales), si no nos lo hubieras bloqueado o lo que quiera que sea que le has hecho, pues podríamos usarlo e imprimir nosotros, cada cual lo suyo, lo que se necesite. Pero como este chisme es de tu uso exclusivo, ¡ni que fuera tu amante!.... que vaya usted a saber....
- Sí, claro, para que me lo volvais a joder . Porque ¡qué casualidad!, cada vez que lo tocais, se fastdia.
- El caso es que no se puede tocar el dichoso ordenador; que lo mimas más que si fuera un hijo capitodisminuido.
- Pues yo – dice la hija mayor – me pienso comprar una impresora para mi ordenador, y nos dejamos ya de follones.
- ¡Qué lista eres tú, qué lista!. ¿Y la tinta, so lerda? - se enfurece su padre – Si lo que sale caro son los cartuchos, que cada uno cuesta un huevo y la yema del otro.
- ¡Jo!...pues yo estoy harta de tener que andar a la greña cada vez que necesito una cosa de éstas.
- ¿Por qué no le pides al Piti que te lo imprima en su tienda ?, ahora que ya ha aprendido que las fotocopias no se hacen por la cara en blanco..., te puede echar una manita....,en el trabajo, quiero decir..., porque en otros terrenos te echaría las dos de buena gana....Teniendo en cuenta que ya sois novios casi oficiales. Si, además, esta hecho un hacha de la imprensión y de la reprografía.¡Menudo es él! - dice la Luchi.
- Ni me lo nombres, ¿eh?. ¡Qué asquito de chaval!. ¡Baboso!
- Menudo partido te estás perdiendo – la solivianta su padre – No vas a encontrar una oportunidad igual en tu vida.
- Si os arrejuntáseis, sólo se iba a estropear una casa – remacha el clavo la madre.
- ¡Ay, mira, me voy!. Lo imprimo en la calle. ¡Agur!. ¡Que os porculicen!

Tiene su puntito esto de asistir de oidas al culebrón de la vida cotidiana de mis vecinos. Son berreones y no me dejan ni hacer los deberes, a veces si siquiera me puedo concentrar en la pley; pero la verdad es que me divierten y, si se me pasa más de un día o dos sin oírlos, me entra el mono y me amuermo.¡Son tan suyos mismos ellos!. Mi madre dice que no sabe cómo sobrevive el pobre canario que tienen. Lo sacan a la ventana del patio a tomar el aire, y es el poco ratito de tranquilidad que tiene el bicho, y hasta canta. Mi madre le augura que se le acabarán cayendo las plumas primero, y que luego, al poco....doblará...como el periquito de mi tia Ketti, que la diñó de estrés familiar. Pero yo a éste lo veo sanito, que canta y todo, y la mar de bien. Está más feliz que una perdiz. A lo mejor es que al pajarraco también le va la marcha.