viernes, 23 de enero de 2009

Lo que apenas conocemos

Porque aún en mi memoria
se oye el eco de su tos
y su leve golpear
en la pared,
por si me necesitaba,
y solamente
si apenas requería
una mano y una voz
que le hicieran compañía.

Porque sigo yendo al paso
del caballo trotador
de sus rodillas,
y aún me acoge aquel regazo
en que mecía mi infancia
con sus canciones antiguas
tan mal cantadas.

Porque siempre me traía
un terrón en el bolsillo,
y por la noche
él venía a rescatarme
si, al bajarme dela cama,
por la casa me perdía.

Porque, aun estando vencido,
él era siempre tan alto
ante mis ojos de niña
que miraban fascinados
ese fulgor del acero
de sus mejillas
que, al abrazarme,
cosquilleaban las mías,
y el brillo como de fuego
que en sus ojos se prendía.

Porque aún me lleva enlazada
de su mano por la calle,
y nunca me la soltaba,
ni en los peores momentos,
cuando dar un paso más
le suponía,
un insoportable esfuerzo,
cada paso una agonía.

Para otros era amargo:
su corazón pesaroso
no podía con la vida
que le había tocado en suerte,
para mi era su dulzor,
era el calor de su voz
que nunca me regañaba,
que me hablaba tiernamente
del amor y la belleza
que el destino me guardaba .

Cada día más vencido,
cada día más ausente,
se marchó por el camino
del que nunca nadie vuelve.
Un día dejé de verlo
y el mundo se transformó;
no fue mejor ni peor,
muy diferente.

No me parezco a él en nada,
heredé únicamente
- además de la desgana-
lo peculiar de mi frente.
Apenas si le recuerdo....
y le sigo echando en falta,
y, cuanto más vieja, más...
Imposible recordarlo
si todavía,
de alguna forma,
no siguiera siendo ahora
aquella niña pequeña
que aún espera a su papá.

Canto